¿Qué obtenemos con ello? ¿Podemos conseguir acabar con la violencia en el aula como se dice? En cierto modo. Podemos lograr disminuir la violencia hacia el profesor, pero esto no significará la disminución de casos conflictivos en el aula, pues es algo que no está en manos de ninguna ley sino en la labor diaria del docente.
El primer error a encontrar en esta medida es que se centra en tratar los síntomas de la violencia en el aula, cuando aquello que debemos tratar son las causas, como son la mala formación de los docentes o la excesiva tolerancia de los padres. En cuanto a la primera problemática, añado la visión, desde mi experiencia académica en el colegio, del impacto que tiene los diferentes comportamientos de los profesores en las aulas. En cada asignatura tenemos un profesor diferente, como es lógico sus métodos y propuestas serán algo distintos, pero hoy en día esas diferencias son abismales, en la primera clase del día te encuentras un profesor en extremo permisivo, que por decirlo así, devalúa las normas del aula y se ciñe en dar el contenido de libro. Lógicamente, los niños más revoltosos o conflictivos del aula no tardan en manifestarse sabiendo perfectamente que eso no acarreará mayores consecuencias que un “estaros quietos”. Sin embargo, en la siguiente clase nos topamos con un profesor intransigente y rígido. Los niños actúan al igual que en la clase anterior, pero se encuentran con castigos como quedarse sin recreo o ganarse un parte. Incluso ambos roles son tomados por un mismo profesor según su humor en ese día. Lo que es válido para unos, para otros no, y viceversa. Así, con este popurrí de profesores ¿Cómo pretendemos no crear confusión en los niños? Qué se puede hacer o no en clase, cuál es la actitud correcta, quién tiene la autoridad en el aula… son interrogantes que el profesor debe aclarar a los niños mediante su trabajo constante.Igualmente, es necesario la colaboración de los padres, que habitualmente suponen un obstáculos para la resolución de los conflictos internos y externos del alumno.
La visión de los profesores como agentes de Estado, no soluciona la situación actual en las aulas. El policía, como autoridad pública, es el encargado de tratar los síntomas de un conflicto, busca al culpable y éste es castigado. Según esto, la idea de tratar al profesor como una autoridad pública no sólo sería suficiente sino inadecuada, pues en la escuela los conflictos no deben darse sólo por olvidados al encontrar y castigar al culpable, sino que debemos encontrar las causas y solucionar el conflicto, dado que en la escuela no sólo hablamos de justicia sino de educación. Además, debemos tener en cuenta que el policía se respalda bajo un sistema de leyes en el que se apoya para solucionar los diversos conflictos, pero ¿en qué se basa el profesor? ¿En su propio juicio? Esto es sin duda un punto débil, pues entonces hablamos de nuevo de una medida subjetiva, que puede ser de ayuda a profesores que hagan un buen uso de ella, pero es indiscutible que no siempre será así.
No es suficiente con “severos castigos”, pues no extinguirán el problema, tan sólo lo trasladarán. De este modo, podemos establecer la autoridad en el aula y resolver los conflictos que surjan mediante una correcta actitud del docente, la colaboración y control de los padres/tutores y un adecuado sistema de resolución de conflictos.Esto último trata Torrego en su propuesta sobre un modelo que abarque la resolución de problemas de convivencia. Un modelo que propone la existencia de un equipo de mediación en los centros educativos, que tengan en consideración no sólo las sanciones sino el solucionar el conflicto.
Sara Fernández López
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