APRENDER ES CONVIVIR Y RESOLVER PROGRESAR.
El aprendizaje no es un proceso aséptico e impersonal. La convivencia y las relaciones intergrupales son aspectos que van irremediablemente unidos al proceso de enseñanza-aprendizaje.
Aprender a convivir y relacionarnos forma parte de nuestro más notable aprendizaje. Hablar de convivencia, relaciones humanas, supone tener en cuenta una serie de habilidades y procedimientos a desarrollar, y una serie de valores y aspectos a trabajar. La convivencia es, en realidad, un ejercicio de resolución de conflictos, un proceso que intenta prevenir la aparición o evitar la proliferación.
Para afrontar el aprendizaje de la convivencia desde un punto de vista óptimo, debemos afrontar el conflicto como algo natural e inevitable, y aprovechar siempre la oportunidad educativa que este nos brinda.
Debemos analizar la gestión de la convivencia en nuestro sistema educativo desde una postura crítica, con la permanente intención de encontrar, no solo la forma de solución más adecuada a cada situación conflictiva particular, sino también la forma de prevenir los conflictos.
Los estudios sobre violencia en los centros de enseñanza nos indican que los problemas más graves de violencia extrema son escasos y bien atajados, y constatan, que las agresiones verbales, el rechazo, la exclusión social, la disrupción y las faltas de respeto son los problemas más frecuentes y cotidianos.
Existe una crispación creciente originada en los problemas cotidianos de convivencia, con el agravante de que los modelos de conducta y de relación interpersonal difundidos en los medios de comunicación están saturados de violencia para resolver los mismos.
En el ámbito escolar, la respuesta a los problemas de convivencia se realiza en cada caso dependiendo de una determinada concepción educativa sobre qué es y cómo ha de gestionarse la convivencia.
La gestión de la convivencia de un centro escolar es un conjunto de planteamientos de índole educativa, que tratan de argumentar una serie de intervenciones para prevenir y hacer frente a los problemas de disciplina que puedan tener lugar en el ámbito escolar.
En la actualidad existen tres modelos de actuación; el modelo punitivo o sancionador, el modelo relacional y el modelo integrado.
Con los modelos de actuación vistos hasta ahora en clase y que resumiré a continuación, se describe por si sólo cuál es el modelo más completo, resolutivo y beneficioso.
Modelo punitivo-sancionador.
Pone el énfasis en la aplicación de una sanción para hacer justicia. Ante un conflicto entre dos personas, el consejo escolar aplica una corrección de tipo sancionador. Se basa en la hipótesis de que sancionar disuada al agresor para que no vuelva a actuar así (prevención individual) y al mismo tiempo advierte a los otros para que no actúen de ese modo (prevención generalizada).
No corrige la conducta del agresor, no consigue la pretendida paz y genera un resentimiento y una posible escalada del conflicto.
La victima solo interesa como denunciante y casi seguro es que se producirá un aumento de la indefensión como consecuencia indirecta del castigo.
Entre las partes el conflicto queda sin resolver, y no se evita ni el trauma para la víctima ni la culpa para el agresor.
Modelo relacional.
El centro educativo no es activo en el proceso. El poder de la resolución del conflicto se traslada a la relación (comunicación directa entre las partes implicadas). Las partes por propia iniciativa o animados por otros, buscan la solución a sus problemas de manera que, a través del dialogo, la victima puede recibir una restitución material, inmaterial o moral por parte del agresor que a la vez libera su culpa.
Parte de la hipótesis de que reconciliarse con la victima acarrea al agresor un alto coste emocional, lo cual, es más disuasorio que la sanción que imponía el punitivo (prevención individual).
Este modelo pone el énfasis en la restitución a la víctima. Sigue un modelo de justicia restitutiva. Favorece una moral más autónoma y es costoso en tiempo y energía, y no garantiza la prevención generalizada.
Modelo integrado
En el modelo integrado se busca combinar la fortaleza de los dos modelos anteriores. Del modelo punitivo recoge la necesidad que existan normas definidas y del relacional, el énfasis en el espacio de relación personal.
Aúna los modelos restitutivo y retributivo de hacer justicia en un solo sistema, obteniendo como resultado una autoridad más solida y consistente.
Se propicia la resolución del conflicto alentando la comunicación directa entre las partes. Estas por iniciativa propia o animadas por otros, buscan a través del dialogo el entendimiento mutuo, el consenso o el acuerdo para la resolución del conflicto.
Este modelo exige contar en el centro con recursos y estructuras, y con equipos de mediación que potencien el diálogo.
Las ventajas de este modelo residen en su potencial de reparación de los daños causados, de reconciliación y de resolución. Y como consecuencia, los conflictos dejan de estar enquistados, las relaciones se sanan y la convivencia mejora puesto que se actúa de forma firme, reglada y humanizada.
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